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Por Besando Sapos octubre 13, 2009

Nos conocimos en un colectivo. Salíamos de la facultad, era de noche y era el tercer día de clases.
Se sentó al lado mío y saco un celular de esos que en Argentina todavía no se veían.

◄ Rebobinemos. En la facultad una chica alta, pelo largo, muy vistosa. No era bonita, pero vestía muy bien. Con el ruido de sus tacos al caminar, captaba la atención de todos, la mía también. 
Se la veía segura, engreída, antipática. El prototipo de la cheta(*). Modelo menemista, cabe aclarar.
En cuanto la ví, supe que con ella no iba a tener mucho de qué hablar.

Volvamos al colectivo, con la rubia de los pasillos, pero esta vez, sin coraza.
En esa época, la que tenía celular, no volvía en colectivo a las once de la noche. Su primer máscara caía.
Silvia Feik inició la conversación preguntándome si estaba de novia. Claramente, era el tema importante, para ella.

Al saber de mi soltería, se quitó otra máscara y me contó que había conocido a Marcos en un boliche, la habían pasado bien, una buena noche de sexo, la promesa de volverse a ver y ahora, él no daba señales de vida.
También me contó o mejor dicho, se preguntó a si misma, el porqué de esta realidad que se repetía constantemente.
Luego de 20 minutos, Silvia me caía bien. Era dramática, exagerada y terminaba siendo graciosa.
Cuando mi viaje terminaba, me dijo que vivía a pocas cuadras. Ese no sería nuestro primer viaje juntas.

FowardLa confianza no tardó en llegar. Silvia me mostró su vida, casi en versión original. También me mostró la otra. Una con la que trataba de seducir a los demás.
Públicamente, ella siempre tenía frases y exponía pensamientos, casi publicitarios. Su sueño era ser una chica SEX and THE CITY, y su meta, convencer a todos de que lo era.
Su realidad, una chica nacida en Lanús, con un buen sueldo y muchas inseguridades. Un pasado obeso, un padre bígamo, un solo “casi” novio en su pasado y un montón de hombres que nunca la eligieron.
Siempre me transmitía agotamiento escuchar a Silvia. Verla nadando en un mar de fantasía tratando de ser lo que no era y de ser vista como lo que nunca podría ser. Debe ser agotador vivir tomando modelos prestados y tratar de ser creíble con ellos.
No ser natural ni libre.
No sé si ella llegaba a darse cuenta de esto. Creo que llegó a no saber lo que realmente era.
Como dije una vez, no es difícil encontrar un hombre.
Luego de muchos intentos, mostrándose como la chica independiente, moderna, exitosa e inteligente, y anfetaminas como pasaporte al talle diminuto de Kosiuko, Silvia conoció a Manuel.

Manuel era como ella, mostraba una imagen de hombre seguro pero era todo lo contrario.
A través de ella accedió al círculo más candente de la noche porteña.
Poco antes de que explotara el escándalo del jarrón, la noche de la costanera porteña era nuestro terreno.
Él quería eso. La vidriera, la frivolidad y todo el maquillaje que pudiera tapar su inseguridad.
Eran el uno para el otro.
Lástima que Silvia nunca le dijo que ningún hombre la había amado o que su vida amorosa había sido siempre un fracaso.
No sé cuan sincero fue él. Si sé que en los primeros tiempos no la deseaba exclusivamente.
Al principio, siempre se lo vió atraído por Laura, una amiga del grupo. Esas que son seguras y que lindas o feas, gordas o flacas, altas o bajitas se llevan todas las miradas.
Incluso Laura se sintió incomoda más de una vez cuando el la llamaba por teléfono o le prestaba más atención que a Silvia.
Al poco tiempo Laura se fue a vivir a España y nunca más se vieron.
Desde que Laura se fue, nunca volví a ver a Manuel tan interesado por una mujer.
A Silvia la trataba como un snack. Siempre parecía que él estaba esperando una comida más importante, pero mientras tanto, Silvia entretenía.
Silvia en cambio dejaba el cuerpo y el alma en esa relación. Se entregaba al punto de quedarse sin nada.

The end. 
Mientras arrojaba frases del estilo: no necesito ser madre, que horror las que se embarazan y demás. Silvia quedó embarazada. Con toda intención y planificación. Claro que Manuel no estaba al tanto.
Él recibió la noticia sin importarle mucho, ni para bien ni para mal. Lo importante para ella es que tal como lo había calculado, no huyó.
Nació Martina.
Fue ahí cuando Silvia empezó a notar lo importante de saberse amada y respetada realmente. Lo importante de sentir que tu hombre te elige por sobre cualquier opción.
De todas formas ella no iba a dejar jamás su ficción. Pero empezó a sufrir el saberse no amada.
Antes de que Martina cumpliera dos años, Manuel se fue de la casa.
Hoy está casado con una chica real, imperfecta, absolutamente imperfecta, pero real.


*Cheta: dicese de quien intenta aparentar, pertenecer a un selecto grupo social, en el cual se nace y no se hace.




-.-

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